Antonio Velázquez
[Fragmento del relato]
Durante las siguientes semanas me mantuve impaciente, sin poder ubicar el desconcierto de mi porvenir. Mi tierra se movía, mi vida en Madrid estaba parada, sin trabajo ni atisbo alguno de encontrarlo. La calma que mantuve desde que vine a España se desmoronaba, y la tensión, imposible apartarla, me impedía pensar con nitidez, lo que no me permitía tomar decisiones ni tan siquiera para las cosas más insignificantes de mi rutina diaria.
Todo me daba igual o me suponía una elección extremadamente importante y transgresora. Llegué a sentirme tan bloqueado que tomaba mi hogar como un refugio del que no quería ni salir. Cualquier cosa que viviese fuera podía llegar a sentirlo como un ataque. Todo me asustaba. Sofía se volcó conmigo, ayudándome en todo. Usamos Internet para contactar con los amigos cercanos a mi familia en Alejandría, y tener así noticias de ellos de un modo más veraz. Supe más tarde que al menos mi familia estaba bien, y mediante mensajes comunicados a terceros, hicieron llegar al correo de Sofía que, por nada en el mundo, regresara a Egipto en aquellos días.