Sergio Sáldez
[Fragmento del relato]
Dicen que es preferible tener una cicatriz horrible en la mejilla, a una herida abierta en la rodilla. Así que ésta es mi mejor manera de cerrar, de una vez por todas, ese daño, que justo mañana cumplirá su primer añito. ¡Infelicidades!
Hoy, martes 19 de enero de 2010, voy a contarte cómo pasé de ser, hace siete años, la mujer más feliz del mundo, casada con el hombre más maravilloso del mundo, a ser hoy la mujer más feliz del mundo. ¿Alguna duda? Bien. Esto no significa que durante esos siete años no viviera momentos maravillosos…, sobre todo dos. Pero la cosa se fue degenerando, hasta saltar en pedazos, más tarde que temprano. Demasiado tarde, pero, al menos, saltó. A veces, no llega a ocurrir.
Y voy a hacerlo a corazón abierto, desde la primera línea de fuego. Quiero arrancar las hojas del Diario que escribí en esos días y que me han traído hasta aquí hoy, contigo. Para ser sinceros, no es un Diario de los de llave y candado…
Yo trabajaba de Administrativa a media jornada antes de que destinaran, sin previo aviso, a mi nuevo puesto de trabajo: “tiempo completo en casa, cuidando de mis hijos…”