Dilemas del día a día

F. Javier Hurtado Nuñez

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[Vivencias de un psicólogo]

Tras mis primeras lecturas sobre la enfermedad, creció en mí la sensación de que ya sabía de qué se trataba; no obstante, al seguir leyendo me topé con más dudas que certezas, que me hicieron pensar que era más complicado de lo que había imaginado en un principio, sospechando que los padres no eran la única fuente del conflicto.

Al revisar los síntomas principales de la enfermedad, pude encontrar mucha diversidad: poliuria, polidipsa, polofagia, pérdida de peso, cansancio …,aunque en la mayoría de las páginas informaban sobre la variabilidad de esos síntomas en función de la persona afectada. Incluso el diagnóstico podía aparecer sin ningún síntoma previo. Se daba la paradoja que en algunos sitios se indicaba la pérdida de peso como un síntoma a tener en cuenta, mientras que en otros se apuntaba a la obesidad. No podía entenderlo.

Lo que sí parecía claro era que llevar una vida sana y equilibrada en todos los sentidos era clave, algo natural por otro lado. Pero… ¿Una vida sana y equilibrada en un adolescente? ¿Un joven con aparentes problemas familiares? Además, con la dificultad añadida de que debía tomar medicación <<incluidas varias inyecciones diarias>> para toda la vida, pincharse el dedo para analizar una gota de sangre y acudir frecuentemente a revisiones médicas, todo con la amenaza constante de descompensaciones si no cumplía toda esta rutina.

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