Idas y venidas

Marta Girón Fernández

 

[Fragmento del relato]

El pequeñín se parece a mí, gracias a Dios, y tiene una manchita de nacimiento en la espalda como la que tenía mi padre. Es la criaturita más linda y hermosa que he visto jamás. Parece un angelito de esos de los cuadros, tan regordete y con la piel tan clarita. Lo miro mientras me quedo dormida, sabiendo que está dormidito en su cunita del hospital. Pienso en todo lo que he vivido a lo largo de estos años, desde que tengo uso de razón, buenos momentos y también malos. Sin embargo, ahora los malos ya no me dan miedo, al contrario, me hacen considerarme más fuerte. Cuando murió mi padre sentí que mi vida también lo hizo con él, pero aquella noche en la que hablamos mi madre, mi hermana y yo, me hizo despertar de la pesadilla.

El empujón final me lo facilitó el llevar 9 meses a este amado ser dentro de mí. Santiago ha sido mi razón definitiva para volver a amar la vida.

He aprendido que la vida es muy frágil, es un ir y venir de emociones y experiencias. Todo lo que amamos se puede marchar en un segundo, por eso tenemos que exprimir cada segundo que vivimos. Cada sonrisa, cada lágrima, cada alegría o disgusto, son las joyas del cofre del tesoro y ese tesoro es la vida.

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