Romi Ruiz Mateos
aa
[Fragmento del relato I]
Voy a cumplir cien años. He tenido muchas experiencias, buenas y malas, procurando aprender de todas. He pasado una guerra, que no deseo a nadie y menos a los míos; he sufrido la muerte de seres muy queridos; he visto como mi país, mi pueblo, mi hogar han ido cambiando, transformánd
Con grandes esfuerzos y muchos sacrificios hemos logrado una vida llena de placeres, hemos construido un país en el que se vive muy bien. Sólo espero que no se carguen en veinte años lo que hemos realizado en más de cincuenta, aunque esa es la impresión que me llevo después de ver los telediarios.
Me gusta estar al día, a pesar de que cuando termino de ver las noticias me juro que será la última vez que lo haga, pues sufro mucho. El mundo anda revuelto y avanzando a la vez, aunque no sé yo si en la dirección correcta.
A pesar de todo, sigo levantándome cada día con ilusión, con ganas de vivir. Aún tengo mucha independencia física, puedo andar sin ayuda, comer, incluso lavarme yo sola. Eso sí, necesito más tiempo, que es lo que menos tengo; toda una paradoja. En fin, soy feliz y estoy tranquila.
Sé que me voy a morir dentro de poco y lo digo con placidez, aunque mis nietas y Laureano se irriten y enojen. Es ley de vida, tenemos fecha de caducidad desde que llegamos al mundo…
aa
Década primera (1921-1931)
[Fragmento del relato II]
Nuestra vecina María nos cuenta la historia de Diego Corrientes, un bandolero que nació en Utrera, un pueblo que dicen no está muy lejos de aquí, aunque hay que atravesar mucho campo. Dicen que este bandolero robaba a los ricos para dárselo a los pobres. María, que trabaja de criada en una casa de ricos, está de acuerdo con esto porque dice que éstos viven muy bien y comen más de tres veces al día.
La verdad es que cuando sea mayor quiero ser como él, para hacer lo mismo y ayudar a los pobres. Mercedes me dice que estoy loca, que una mujer no puede ser bandolero, que las mujeres tenemos que casarnos y tener hijos, como mi madre o como la Sebastiana, que vive dos puertas más allá y que tiene ocho churumbeles que están todo el día piando, y la pobre Sebastiana no sabe lo que hacer para dar de comer a tanta boca…
A Mercedes le gusta aprender y lo hace con facilidad, sobre todo los números; cuando vamos por la calle se dedica a contar todo lo que ve, las macetas, las gorras de los hombres, las barcas atracadas en el río, los moños de las mujeres, las peinetas…