Década séptima (1981-1991)

Conchi Fuentes Bernal

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[Fragmento del relato I]

Los días se convierten en una rutina previsible, siempre igual… te levantas, desayunas, te vistes, al trabajo, del trabajo a casa, cenas, duermes y vuelves a empezar. Siempre sola. Alguna llamada de los hijos, pero sola. Una llamada de tu amiga, tu hermana, pero sola. La soledad es una mala compañera que ocupa cada rincón de mi vida.

Yo sé lo que es caminar por las calles de Madrid abarrotadas de gente y sentirte sola; gente que va, gente que viene y yo allí parada. Gente que se mueve arrastrada hacia sus destinos, mientras que el mío carece de sentido.

Por aquellos días no podía dejar de anhelar la presencia de mi marido. En el frio de mi hogar cerraba los ojos y sentía sus brazos rodeando mi cuerpo, el sabor de sus labios, su boca en la mía y el calor de su cuerpo dentro del mío. Bailábamos juntos de madrugada hasta apagar la luna. Amoríos en soledad que yermaban mi vida. Soledad en mi día, soledad en mi reflejo, soledad de noche…

De las cosas que más claras he tenido en la vida; no quiero otro hombre a mi lado si no es él, porque aún le quiero y ocupa cada rincón de mi alma. Él vive conmigo y yo con él.

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Década quinta (1961-1971)

[Fragmento del relato II]

La imagen que refleja el espejo del ropero de mi habitación comienza a darme miedo, no es por la edad, no me asusta el día de hoy, pero verme ahí sentada en un lateral de mi cama, tan sola, me provoca escalofríos.

Hoy, sin saber el por qué, me he subido en la silla y he cogido del fondo del armario esa caja que guarda trocitos de mi vida. Un libro de notas, algunas cartas, fotos, una flor… Este pañuelo no puedo evitar acercarlo a mi cara, y al olerlo siempre dirijo la mirada hacia la izquierda, intentando encontrarlo entre tanto recuerdo.

De fondo, en la radio, suena una canción de Serrat… aquellas pequeñas cosas. Qué verdad es, cuando creo que he vencido a los recuerdos, vienen de nuevo empañándolo todo, rebobinando mi vida.

Una calurosa tarde de verano de 1963, mientras yo estaba descansando después de un intenso día de trabajo, llamaron a la puerta. Al abrirla me encontré a una joven que calculo tendría unos treinta años. Tenía un pelo rubio precioso y me pidió pasar…

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