Mª Carmen Mudarra Vela
[Fragmento del relato]
Y el desayuno acababa enredado entre sábanas, devorándonos con ansia de niños chicos en tarde de cumpleaños, sin miedo a empacharnos de besos, de deseos, de te quieros… Y yo me sentía como la princesa del cuento en brazos de mi príncipe azul, dispuesto a librar cualquier cruzada para conquistar mi amor. Y cada vez que la felicidad se me atravesaba en la garganta como una hiel densa y oscura, me escondía entre sus brazos y pensaba una y otra vez: “¡Cómo voy a sufrir cuando esto se acabe!”
Tan segura estaba de no poder mantener una relación así, que nunca me entregué por miedo al miedo, y me esforzaba más por protegerme de un dolor, que no sabía si iba a llegar, que por saborear cada segundo de aquel tiempo maravilloso que la vida me brindaba.
Aquellos primeros meses fueron los más felices de mi vida, hasta hoy. Yo había decidido retomar mis estudios de enfermería, y eso me había ofrecido la excusa perfecta para empezar a tener un poco de vida privada. Diez años atrás mi padre decidió por nosotros, como era de costumbre, abrir una pequeña empresa familiar, donde todos trabajaríamos “encantados” con él hasta que pudiéramos trabajar “encantado” para él.