Cinco elementos

Irene Velázquez Ramírez

 

[Fragmento del relato]

Y me dejaste en herencia un campo árido color sepia sembrado de cuestiones e interrogantes. Un montón de signos turgentes a pesar de la sequía, regados con incógnita líquida. Unos sin cerrar, otros sin abrir… Y miro a través del cristal. La ventana no se abre. La madera está hinchada por la lluvia de dentro y la reja oxidada. Y fuera, el campo sepia.

Los signos interrogantes se alinean como girasoles en perfecta armonía apuntando con cierta tensión hacia mí, creando un canal de comunicación, una mirada observadora que no puedo eludir. Aquí me he ido quedando dentro de la casa, acaso miro de pasada por el cristal de la ventana pero no salgo. Tiene que venir un sueño de viento a evaporar el agua estancada que tiene mi piel, y a remover el fango que hay debajo. Con un sonido casi mudo de graves profundos vibrando.

Los días son largos y las noches también son largas. Parece quebrarse el ciclo natural.

Todos los nuevos miedos que vinieron a decorar las paredes de mi ser los mandé a enmarcar y transcribir en Braille. Así colgados están mientras yo me he acostumbrado a verlos tal cual y no meterme en faena, no sentarme a observarlos ni sentirlos. Empiezo a fijarme en ellos, en pequeños detalles (aún no como unidad), y cada relieve y cada punto me araña la garganta.

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