Década primera (1921-1931)

Mª Carmen Rodríguez Matute

 

[Fragmento del relato I]

Hoy es 8 de septiembre de 1931, el día de mi cumpleaños. Voy a cumplir diez, y digo voy porque hasta que no sople las velas no me gusta decir que he cumplido años. Así que llevo nueve sin cumplir años de verdad, porque mi madre nunca nos ha podido comprar una tarta…, ni unas velas.

A mí me gustaría cumplir años sola. Estoy cansada de tener que compartir ese día tan especial con mi hermana Mercedes. Lo que pasa es que nacimos el mismo día y no tengo más remedio; aunque su nacimiento se adelantó cinco minutos con respecto al mío. ¡Ella siempre igual, queriendo estar por delante de mí en todo! Somos gemelas, ¡gemelas auténticas! Si queremos nadie nos puede distinguir, sólo mi madre, claro; mi padre pasa tanto tiempo fuera de casa que cuando llega no tiene cuerpo para juegos, y nos cambia de nombre constantemente.

Década décima (2011 – 2021)

[Fragmento del relato II]

Recorro el largo pasillo hasta el baño pequeño que me han adaptado para mi aseo personal y, como cada mañana, me sitúo frente al nítido espejo esperando no sé qué. Miro, observo. Ya casi no me reconozco cuando me asomo ante él. Tan solo cuando profundizo en la raíz de mi mirada rescato a la mujer que habita en mí; aquella que recorrió conmigo estos noventa y nueve años y que me hizo ser y sentir lo que realmente soy ahora.

Los surcos ahondan la piel de mi rostro, mientras que mis párpados descansan pesadamente, por los años y la flacidez, sobre lo que una vez fueron espesas y rizadas pestañas. Mi cabello se ha vuelto excesivamente blanco, aunque no ha perdido esa finura y suavidad que llegaba a definirme cuando ondeaba al viento y acariciaba mis facciones aún jóvenes. (…)

Mis piernas no responden a mis lentas órdenes; no desean ya demostrar las ansias y el anhelo que tiene mi mente de correr libre por la hierba fresca, o de andar descalza por la casa, y, un día sí y otro también, se hinchan sin remedio. Sólo el bastón y mi gran fuerza de voluntad ayudan a mi sumisa imaginación a seguir adelante. Ni siquiera la medicación hace ya milagros.

Los largos años se ven reflejados en mi piel, en mi rostro, en mi forma de andar y en mis reflexiones. Ahora mi voz es entrecortada, pausada, y escribo torpe y lentamente.

Es tiempo de espera.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Related Post