Marta Girón Fernández
aa
[Fragmento del relato I]
Durante los años que duró la guerra pasamos mucha hambre. Los tenderos dejaron de vender sus productos en la plaza porque cada vez les costaba más trabajo cultivar sus campos, que estaban destrozados, o simplemente morían por culpa de alguna redada. A mi padre dejaron de pagarle el sueldo con regularidad y cobraba sólo de vez en cuando. Teníamos cartillas de racionamiento y apenas nos daba para hacer incluso el pan. Debíamos aprovechar lo poco que teníamos en la despensa para las horas importantes del día: el desayuno y el almuerzo, yéndonos muchas noches a la cama sin poder cenar. Recuerdo que comíamos muchas sopas, garbanzos y bacalao, incluso alguna que otra vez consumíamos carne de membrillo.
Cada vez podíamos ir menos a la iglesia, ya que casi todos los días había reyertas por las calles y no nos atrevíamos a que nuestra salida religiosa acabara en tragedia. Pero uno de aquellos días fuimos a la iglesia de Santa Ana y me pasó algo de lo que no estaba acostumbrada.
aa
Década novena (2001- 2011)
[Fragmento del relato II]
Un leve murmullo va sonando cada vez más fuerte. Abro los ojos; son las 7 de la mañana y ya no puedo dormir más. Me dejé anoche la radio encendida y ahora de ella salen abucheos y gritos de gente. Escucho con atención los murmullos de la manifestación del movimiento 15M de hace un par de días, y me despierto del todo con una enorme carcajada al escuchar la expresión “¡¡NO HAY PAN PA TANTO CHORIZO!!”.
Es agradable saber que por muy mal que vayan las cosas siempre se le puede poner un poquito de humor al asunto. ¡Ojalá en mis tiempos, de mocita, se hubiera podido reír una de las sandeces del político de turno! Al menos ahora existe la libertad de expresión y el derecho a manifestarse; si hubiera sido una jovencita en estos tiempos, habría asistido a más de una… ¡Seguro!