Carmen Muñoz Perea
[Fragmento de relato]
Eras la niña de sus ojos y yo, al principio, me enojaba. Pero entendí que ella solo hizo lo que su conciencia y sus creencias le mandaban. Nunca quiso hacerme mal alguno.
Durante este año de luto, en el que ya no está con nosotras, la llevo muy presente en mí. No tengo la necesidad de ir a un cementerio para hablarle. En todo lo que hago la veo, la siento; incluso percibo que yo soy parte de ella. Percibo todo lo bueno que me trasmitió y que me hace ser la persona que soy ahora: responsable, trabajadora, enemiga de las injusticias, solidaria. Y si no soy lo alegre que quisiera, es porque la echo mucho de menos; pero eso solo depende de mí.
Sé que tú solo tienes recuerdos bonitos de ella y así ha de ser. Gracias a ti conoció la risa, los juegos, los mimos. Solo se mostraba dura contigo si veía peligro en ello. No concebía que no estudiases o que llegases a ser alguien de provecho.
Solo la disgustaste cuando te fuiste a vivir con Pablo sin estar casados. Y después que os casarais solo por lo civil, le costó asimilarlo, pero, al menos, eso era mejor que vivir en pecado.