Lucía Núñez Rodríguez
[Fragmento del relato]
Muchas noches creí oírlo e incluso verlo, pero la exaltación me llevaba a despertar de un sueño más deseable que real. Una noche, era tal el insomnio acumulado, que caí rendida en un sueño tan profundo y durante tantas horas que cuando desperté la confusión me impedía saber en qué día estaba o qué había pasado. Esa noche volví a soñar con mi abuelo y, esta vez, ocurrió de manera muy diferente.
Pude sentir su calor al acariciarme el rostro y como abandonaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Seguidamente me habló, indicándome que no me preocupara, que estaba muy bien. Fueron pocas las palabras, pero me sonaron tan profundamente que no se tradujo en uno de esos sueños que al despertar no recuerdas; ¡lo recordaré toda mi vida!… Fueron las sensaciones que me hizo percibir: su inmensa alegría y su paz interior, su evocación de las cosas bien hechas. No sé si sería cierto, o si se trataba de un juego de mi imaginación; pero quise creerlo y lo hice.