Conchita Pérez Cueto
[Fragmento del prólogo]
Tras una pérdida, el duelo es como la sombra a la silueta en un día soleado. Yo diría que el duelo es inevitable porque se activa automáticamente y de manera natural en cuanto la persona experimenta una pérdida. El duelo siempre tiene tres componentes: lo perdido, la persona que sufre la pérdida y el periodo de tiempo en el que transcurre.
La pérdida puede ser la de una relación, la de un empleo, la de la inocencia o la de un ser querido, y el duelo no es más que el proceso de adaptación emocional y conductual a la misma. La vida es una sucesión continua de pequeñas y grandes pérdidas.
Cuando se ha querido mucho a la persona perdida, el duelo se expresa en forma intensa en sufrimiento y aflicción. La intensidad y la duración de este proceso y de sus vertientes derivadas varían en función de la persona que lo padece y de las dimensiones y significados de la pérdida del ser querido para la misma. Por eso es un proceso dinámico, sujeto a innumerables variables, con avances y retrocesos a lo largo del mismo y, en consecuencia, cada duelo es distinto y las situaciones de duelo nunca son comparables entre sí.
Un selecto grupo de autores expresan en este libro, con sinceridad y valentía, experiencias íntimas y vivencias muy sugerentes en relación con el duelo, demostrándonos que no llevan vestido debajo de la piel y exponiendo con una calidad literaria extraordinaria, relatos vitales que nos sobrecogen y emocionan.